sábado, 28 de noviembre de 2009

¿Quién es la gente?

En una de sus columnas del diario Perfil, Eliseo Verón se quejaba de los estudiantes que no entienden la aplicación de la teoría. Me hizo acordar a mi estricta profesora de lingüística en la Universidad Nacional de La Plata que aclaraba en clase que aborrecía de la pregunta: "¿para qué sirve esto?", que le habrían hecho muchas veces. A mi, en cambio, no me molesta la puesta a prueba de la teoría. En realidad creo que es una de las obligaciones del profesor, sobre todo ante público profesional: traducir, ilustrar, ejemplificar y, sobre todo, presentar los conceptos y las categorías generados por la academia como más amplios, matizados y comprensivos que las nociones de sentido común (o de su carencia), porque conceptos siempre hay. Implícita y muchas veces ingenua, por ejemplo, periodistas, políticos, empresarios, científicos, públicos tienen una teoría "natural" de la comunicación.

Lo que no me gusta, en cambio, es que me objeten de plano nociones que se han mostrado fecundas, antes de leer a los autores que las proponen, antes de conocer hipótesis alternativas. Es algo que, de tanto en tanto, me ocurre en mis clases en la licenciatura: "No estoy de acuerdo con Van Dijk", "la teoría matemática de la comunicación está muy superada", espetan, audaces, mis alumnos. Sin embargo, la semana pasada me pasó algo del estilo pero en un programa de posgrado. Estaba explicando el concepto de "frame" y tuve la mala idea de poner como ejemplo (justamente para cumplir con la condición descrita en el primer párrafo) la forma en que encaró el gobierno el conflicto del campo. Cuando Cristina Kirchner habló de piquetes de la abundancia, del campo como un bloque y como una oligarquía -el mismo enemigo del primer peronismo- planteó un "frame", según el cual oponía a un sector con la sociedad, "y la gente no aceptó ese frame", dije en clase y vuelvo a decir.

Un joven adusto me preguntó rápidamente: "¿Quién es la gente?". Al finalizar una conferencia a la que yo asistí mi amigo el filósofo español Jaime Nubiola fue interpelado también por un joven adusto (con una adustez distinta, más de derecha), y le contestó: "No estoy de acuerdo con la forma en que está formulada la pregunta". Me encantó. Yo debí recordar esa castiza salida de mi amigo pero no la recordé. Hubiera sido atinada porque detrás de la forma en que estaba planteada la pregunta del joven adusto (el mío) se podía leer el presupuesto de que yo estaba incurriendo en la falacia de generalización, en el prejuicio ideológico, en un nivel de argumentación, en todo caso, contradictorio con la categoría que estaba intento explicar.

En lugar de esa salida airosa me enzarcé en un breve discusión. Vengo dedicándome en forma sistemática a explicar la pugna por las representaciones de los grupos sociales que tiene lugar en los medios de comunicación. Mis dos últimos libros: Medios de comunicación y protesta social y La construcción del consenso. Gestión de la comunicación gubernamental, dan buena cuenta de eso. Ahora mismo estoy concentrado en estudiar al público (aquel público que no tiene especificación ulterior), tanto desde el punto de vista de cómo aparece representado en los medios informativos como desde el punto de vista de como incide en los contenidos de esos medios.

La gente es una representación social, obviamente. Un colectivo al que empezó a apelar el discurso político argentino en la década del noventa pero que, en mi opinión, los medios han sabido gestionar y convertir en mecanismo de identificación de forma más eficaz que los políticos. Algo que el conflicto del campo demuestra bastante bien.

Diría más. El Gobierno sabe tan bien esto que desde las elecciones de junio ha puesto más energías en el control de las representaciones que en la gestión -ejemplo de eso es la compra de los derechos de transmisión del fútbol y la ley de servicios audiovisuales, la creación de la autoridad de aplicación de la norma, cuyos propios promotores consideran poco plural-. El autor de Patria o Medios, Edi Zunino, ha dicho que para los Kirchner gobernar es editar. Lo suscribo.

1 comentario:

  1. Querido Damián,

    A través de Ceci Acuña me llega noticia de esta entrada tuya en tu blog en la que recuerdas una respuesta mía a una pregunta que me pareció mal formulada. Gracias de verdad por la mención.

    Como profesor de Filosofía del Lenguaje debo dedicar bastante atención al Tractatus y en uno de sus parágrafos finales Wittgenstein dice aquello de que para toda pregunta bien planteada hay una respuesta. Te copio el 6.5

    Para una respuesta que no puede expresarse, la pregunta no puede tampoco expresarse.

    No hay enigma.

    Si se puede plantear una cuestión, también se puede responder.

    Un fuerte abrazo,

    Jaime

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