sábado, 3 de abril de 2010

La Iglesia, entre el escándalo mediático y la Resurrección


No es una novedad. Lo que más cuesta de escribir, es arrancar. Más tiempo tengo, más difícil me resulta. Quizás esta vez la temática sobre la que me parece que tengo que escribir hace más ardua aún la decisión de empezar. Es que la Semana Santa que acaba de pasar es un momento propicio para hablar de las abundantes noticias sobre abusos sexuales cometidos por sacerdotes de la Iglesia Católica.

Coincide con el hecho de que estuve explicando el tema de los escándalos mediáticos a los alumnos de licenciatura. Efectivamente, en una clase aseguré que ahora nos llegaba más información sobre estos casos deplorables porque Benedicto XVI estaba destapando la olla, y una alumna me replicó que también el Papa había tapado en su momento esos crímenes. Se refería, sin duda, a las notas publicadas por The New York Times. Intenté explicarle que en realidad la nota confundía deliberadamente los tiempos entre las causas civiles y canónicas seguidas contra el cura de Milwaukee, Lawrence Murphy, en los años setenta, en que el cardenal Ratzinger no estaba en Roma. y otra denuncia muy posterior (1995) sobre abusos del confesionario de parte del mismo sacerdote, a partir de las cuales Ratzinger -que ahora sí estaba en Roma- mandó que se siguieran limitando las actividades pastorales del cura y que este pidiera público perdón. Estaba anciano y enfermo, al punto de que murió cuatro meses después de esta intervención del Vaticano.

Cuando acabé la contestación me di cuenta de lo difícil que era bregar contra el prestigio de TNYT y contra el eco de esa nota en La Nación, Clarín y otros diarios de referencia argentinos, de los cuales, para colmo, sólo se suele leer el titular, más escandaloso que el contenido (más matizado) de la nota, aún cuando a veces esta también parece mal intencionada. No cabe duda de que los abusos han existido, en Estados Unidos, en Irlanda, en Alemania. Que son crímenes abominables y más graves cuando son causados por sacerdotes que tienen niños a cargo. Mi punto es este. Quizás alguien pueda pensar que Bendicto XVI es un intelectual conservador, un papa inclinado a la tradición, etc. pero lo que es más dificil de sostener es que sea proclive a tapar los casos de abusos, como sucedió con algunos miembros de las jerarquías de las Iglesias locales en otras épocas. Si se difunden mediáticamente estos episodios tremendos es porque Bendicto XVI ha querido acelerar los procesos contra obispos y sacerdotes estadounidenses o publicar los resultados de una profunda investigación en Irlanda. El de los Legionarios de Cristo, quienes acaban de difundir un comunicado sobre el escandaloso comportamiento de su Fundador, es un caso testigo de las medidas netas y ejemplares tomadas por Benedicto XVI en este rubro.

La respuesta a esta crisis comunicacional para la Iglesia no es nada simple. En la mayor parte de los casos, los hechos -aunque exagerados por la prensa- son reales y no pueden ser más lamentables. Son prestigiosos y concordantes los medios que los difunden, no sin filtraciones de miembros disidentes de la misma Iglesia, ellos mismos cuestionados en su comporatamiento a veces (como en el caso de las notas del TNYT). Y la cultura en la cual se desatan estos escándalos, además, no está dispuesta a profundizar en algunos datos que contradicen lo políticamente correcto pero que pueden ser claves para comprender los abusos sexuales contra menores dentro y fuera de la Iglesia. Uno de ellos es la evidente correlación entre esos abusos y las tendencias homosexuales de los sacerdotes culpables, como sostiene Ludwig Kröber, psiquiatra de la Universidad Libre de Berlín experto en pedofilia, o el famoso vaticanista George Weigel en su libro El coraje de ser católico. Otro es el dato de que la inmensa mayoría de los casos de pedofilia se dan entre personas con pareja y actividad sexual -entre niños y padrastros, típicamente- y suelen alimentarse de una concepción hedonista de la sexualidad.

Aunque es evidente que la ola de información sobre abusos merma la reputación de la Iglesia, esta Semana Santa, sin embargo, creo que la institución ha vuelto a poner a prueba la comunicación con sus fieles. Han participado masivamente en las ceremonias y aplaudieron cada vez que desde el púlpito se estableció la esencial distinción entre los sacerdotes de deplorable comportamiento y aquellos otros que buscan mantener vivo a Cristo, según me dicen, según leí y según constaté por mi mismo: en Roma, en la catedral de Nueva York y en la de Buenos Aires y en la parroquia Nuestra Señora de Caaucupé del Padre Pepe, en la Villa 21. Quizás sea esta una diferencia del "público" fiel católico con los "públicos" de otras insituciones: adhiere a la institución de Cristo por encima de los delitos de sus miembros que los medios amplifican.

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