El martes 24 de agosto, se defendió en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral, la decimoquinta tesis doctoral: "Leer / Navegar en Internet. Un estudio comparativo entre jóvenes y adultos porteños sobre las formas de lectura en la computadora" de Francisco Albarello. Agrego que yo dirigí esta tesis y que obtuvo la máxima calificación. Resumo aquí mi intervención en la defensa pública, en la que además de destacar la defensa pública, abogo por el aporte que la investigación científica tiene para hacer al territorio de las nuevas tecnologías, dentro de su lógica y de su tempo.
Leer/ Navegar en Internet" es un aporte considerable a la investigación sobre nuevas tecnologías de la comunicación en el campo científico y académico argentino. Para tratar con ese objeto se alterna en nuestro ámbito la producción ensayística, siempre a la zaga de la última novedad editorial y de la última innovación en el mercado de la comunicación digital, con la investigación aplicada cuantitativa, obsesionada con el objetivo de medir impactos. Así, los datos producidos en este arduo pero superficial esfuerzo por contar clicks, por generar métricas a partir de los rastros que los dispositivos digitales archivan, a diferencia de los analógicos, pueden servir hasta cierto punto a la industria pero no le sirven gran cosa a la investigación social. Tampoco del todo a la industria, a decir verdad, la investigación administrativa y la de mercado sobre nuevos medios digitales corre el riesgo de cometer los mismos errores que cometió la investigación de ese tipo sobre medios tradicionales en su origen, es decir, limitarse a la medición del alcance, de la difusión de los contenidos de los medios sin indagar por el tipo de relación que las audiencias establecen con ellos. La tesis de Albarello se aleja más aún de otro tipo de producción académica de intencionalidad crítica, la cual desde una perspectiva normativa señala los peligros ideológicos, educativos o éticos de las nuevas tecnologías sin aportar evidencias empíricas ni tener en consideración el punto de vista de los mismos actores.
Algunas veces, en educación se caracteriza a los medios más desde la posición del sistema educativo o de los docentes que desde el punto de vista de los propios usuarios de los medios. Muchos expertos en nuevas tecnologías, por su parte, son advenedizos en el mundo de la comunicación, ignoran sus principales teorías, modelos, hitos en la historia de la investigación empírica. Eso lleva a que, aún cuando estén muy documentados, lleguen a conclusiones desmesuradas cuando establecen una ruptura cultural (una revolución, dicen) entre el mundo analógico y el digital, los medios tradicionales y los nuevos medios, los nativos y los inmigrantes. En ese sentido se afirma, por ejemplo, que las audiencias pasivas han pasado a ser ahora usuarios activos, que todo será digital y los contenidos tenderán a concentrarse en un dispositivo único. En rigor de verdad las audiencias vienen siendo activas desde hace décadas y la convergencia no da pruebas de ir en dirección del imperialismo de un soporte digital sino más bien de la confluencia, en el contexto de recepción de las audiencias, de los nuevos y los viejos medios, de los productos “on” y “off” line. La tesis de Albarello contribuye a atenuar aquellos mitos. Demuestra, por ejemplo, que lejos de tener que entender la convergencia tecnológica como la irrupción de nuevos soportes que matan a los anteriores (y menos aún nuevos discursos que extinguen otros), debe entenderse como la combinación de medios. Internet quita del centro a la TV pero esta pasa a ser el medio que más se combina con Internet. Y la lectura digital no sustituye a la lectura impresa. Hasta los jóvenes proyectan sobre los textos que leen en pantalla un frame procedente de los textos impresos.
Por eso más que de ruptura y revolución la tesis supone la idea de la evolución de los medios y las tecnologías y de su apropiación personal dentro del contexto de una cultura en evolución. Tal idea viene abonada por un trabajo minucioso, muy atento a los recaudos del método científico, que se prolonga en el tiempo y brinda un cierto panorama diacrónico, tan propio de los programas científicos como ajeno al pensamiento urgente del experto. A la larga, el investigador formado tiene más chance de hacer aportes relevantes también para el mercado y, sin duda, para la sociedad. El poeta español Juan Ramón Jiménez decía que no le gustaba viajar en avión porque llegaba antes el cuerpo que el alma. Algo semejante nos pasa con las nuevas tecnologías: nos pasan. El conocimiento científico, en cambio, es enjundioso y basal, suministra un punto de referencia para los nuevos aportes a la evolución de la comprensión.
En la tesis de Albarello se demuestra científicamente la existencia de algunas propiedades del mundo digital intuidas por sus profetas como el multitasking en los jóvenes. También se vincula la lectura en Internet con la historia de la lectura, aplicando al entorno digital la idea de la lectura extensiva de Roger Chartier. Asimismo se alcanzan resultados pasados por alto por la investigación precedente como el hecho de que el metamedium “pantalla” mantiene explícitas las condiciones de lectura, de donde surge que en la lectura de libro el acto de leer es más imperceptible que en la pantalla, conclusión algo asombrosa y de gran interés para las teorías de la enunciación.
Para mí, sin embargo, lo que se verifica como diferencia específica de la lectura en Internet dentro de una evolución cultural (y no de una revolución) es la posibilidad de mayor interactividad con el texto, aprovechada sobre todo por los lectores jóvenes, de lo que da cuenta en una muy lograda taxonomía de las interacciones digitales. Un texto para ser leído con atención en cuanto se convierta en libro, lo que sucederá dentro de poco si se sigue la recomendación del jurado que evaluó.
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